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Aporte de los grandes Pensadores Pedagógicos a la Educación en Venezuela

Rafael Villavicencio
       La obra de Rafael Villavicencio es clave para entender el panorama y desarrollo de la ciencia venezolana en la segunda mitad del siglo XIX. Junto con Adolfo Ernst, de quien fuera discípulo, fue a partir de la sexta década del siglo XIX, uno de los expositores y divulgadores de la teoría positivista de Augusto Comte en Venezuela. En términos generales, las directrices de Comte seguidas por Villavicencio y sus compañeros, estaban referidas a la posibilidad del descubrimiento de leyes sociales, a la conexión con la metodología propia de las ciencias físicas y naturales y al principio de los tres estadios a través de cuyo transcurso se produciría el advenimiento del progreso definitivo de las sociedades.

José Gil Fortoul
       En este instituto obtuvo el 2 de julio de 1880, el título de bachiller en filosofía. Luego de esto viajó a Caracas para realizar estudios de derecho en la Universidad Central de Venezuela donde recibió el doctorado en ciencias políticas en 1885. Durante el tiempo que estudió derecho, Gil Fortoul asistió bajo la dirección de Adolfo Ernst a clases de historia natural y colaboró con el diario La Opinión en cuyas columnas sostuvo polémicas ideológicas con algunos compañeros de juventud y con autoridades eclesiásticas, en especial con el entonces presbítero Juan Bautista Castro. Debido a la formación que recibió durante esos años, por sus opiniones y escritos fue desde entonces identificado como uno de los principales voceros del positivismo en Venezuela.

Laureano Vallenilla Lanz
       Laureano Vallenilla Lanz es uno de los intelectuales más influyentes de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX. Pertenece a la generación de teóricos que se nutrió fundamentalmente de la doctrina positivista e hizo de ella la herramienta para desarrollar la interpretación de nuestra realidad con el fin de edificar una estable y próspera nación. Las ideas que guían el presente examen recogen su postura ante la historia, el individuo y la sociedad, la religión, la educación, el centralismo, la guerra y la paz.
       En términos generales el anticlericalismo, el evolucionismo, la limpieza de sangre y el cientificismo, son los rasgos característicos del positivismo venezolano, perspectivas desde las cuales se hizo un gran esfuerzo para la reinterpretación de la historia y de la realidad nacional, signada hasta entonces por una visión conservadora, romántica y teológica.
Los escritos de Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), se inscriben dentro de esta perspectiva doctrinal filosófica y constituyen un hito fundacional de la presencia positivista en Venezuela. Sus obras Cesarismo Democrático. Estudio sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela (1919) y Disgregación e integración. Ensayo sobre la formación de la nacionalidad venezolana (1930), se convierten rápidamente en referentes obligados para quienes pretenden participar en el debate nacional.

Luis Beltrán Prieto Figueroa
       Durante el siglo XX en Venezuela el principal gestor de un pensamiento filosófico educativo fue el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. En el Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional (1948), en la exposición de motivos, planteó los principios de la filosofía educativa con el nombre de HUMANISMO DEMOCRÁTICO que sirvieron de base a su pensamiento. A partir de 1999, con la Educación Bolivariana se retoma su pensamiento entre los postulados filosóficos, por eso nos detendremos en su análisis para determinar el alcance ideológico en la educación actual. En segundo lugar, hacemos un análisis de los resultados de la política de inclusión del proyecto educativo bolivariano inspirado en las ideas de Prieto Figueroa, en particular, la tesis de una educación de castas a una educación de masas. Y finalmente, recordamos que el maestro Prieto Figueroa apostó por un proyecto político que siendo socialista y democrático no dejaba de ser plural; hoy, cuando se discuten los lineamientos del socialismo del siglo XXI, debemos recordar su legado.
       La propuesta del Humanismo democrático fue retomada por el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (1946), en una conferencia dictada en la Escuela Normal Miguel Antonio Caro para anunciar que el Estado debe ser el responsable supremo de la orientación general de la educación de la república. Esa propuesta desarrolló una filosofía educativa para conformar la conciencia de los ciudadanos, y fue denominada Humanismo Democrático. Pero para comprender su legado debemos recordar que su pensamiento iba de la mano con la lucha gremial que se remonta a 1932, cuando fundaron la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria; y que hizo propicia la Primera Convención Nacional del Magisterio en 1936. Durante el denominado trienio octubrista (1945-1948) su liderazgo sirvió para incrementar los beneficios sociales, tales como: creación de comedores escolares, casas cunas, proyectos de alfabetización para obreros, fundación de escuelas normales para los técnicos; estos fueron algunos de sus logros. En la XII Convención Nacional del Magisterio celebrada en la ciudad de Mérida, el 9 de agosto de 1947, sirvió de preámbulo a la propuesta fallida del Proyecto de Ley Orgánica de Educación de 1948. Sin embargo, su pensamiento educativo no se puede reducir a una obra sino que forman un conjunto orgánico, en particular destacaremos las siguientes: (1951) De una educación de castas a una educación de masas; (1959) Humanismo democrático y educación; y (1984) Principios generales de la educación.

Arturo Uslar Pietri
       Desde el mismo año que comienza su labor docente, se entrega con una devoción y una dedicación ininterrumpida a escribir y opinar sobre la educación. Su primer artículo fue sobre la escuela rural y lo publicó en la revista Elite. Desde ese momento no abandonará la reflexión continua sobre los temas del niño, del maestro, de la escuela, de la calidad de la educación y, en general, del impacto de estos asuntos en el destino de Venezuela. Esa identificación intelectual y afectiva lo conducen al Ministerio de Educación durante el periodo presidencial del General Eleazar López Contreras. Asumió la responsabilidad del Ministerio siendo muy joven y con las limitaciones asociadas a la segunda guerra mundial. Ejerció esta cartera desde el 19 de julio de 1939 hasta el 3 de marzo de 1941. Durante estos escasos veintidós meses desarrolló iniciativas y concretó realizaciones de fuertes repercusiones. Algunas cifras muestran resultados reveladores: en 1936, el índice de analfabetismo en Venezuela superaba el 70% de la población adulta, mientras que para 1941 se había reducido a 57%. En 1936, sólo estaba inscrita en las escuelas 20% de la población en edad escolar, mientras que para 1941 se contaban 4.663 planteles federales. Asimismo, puede destacarse que para el año 1935 habían dos escuelas normales federales y un plantel privado con apenas 141 inscritos, en cambio para 1940 funcionaban cinco establecimientos federales y catorce privados, con un total de 1.105 estudiantes.
Pero su aporte rebasaba lo simplemente cuantitativo. Cabe reseñar, en una dimensión cualitativa, que impulsa y crea escuelas normales con la clara intención de favorecer la calidad del trabajo docente. Paralelamente y con el mismo propósito, promueve la capacitación de los maestros en ejercicio mediante actividades que van, desde cursos de verano, hasta iniciativas por correspondencia. A estos esfuerzos se añade su renovado empeño por especializar la enseñanza en el campo dentro del foco de vincular la educación a las características regionales y a las exigencias propias de los ambientes rurales. Con esta idea concibe una escuela normal rural con lo cual se convierte en un antecesor de las políticas de regionalización. En el orden de sus contribuciones deben subrayarse sus gestiones para la aprobación de la Ley de Educación de 1940, esfuerzo en el cual no había alcanzado éxito su antecesor, Enrique Tejera. Arturo Uslar Pietri le imprime su visión a esta Ley, muy especialmente en una de sus ideas más consecuentes: convertir la escuela primaria en “la clave, la esencia y la condición necesaria de todo sistema educacional”. En este proyecto se estableció la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria elemental. La Ley entró en vigencia en septiembre de 1941.

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